02 Abr Paul Feyerabend: De como la filosofía echa a perder el pensamiento y el cine lo estimula
Paul Feyerabend en su obra ¿Por qué no Platón? Ed. Tecnos, Cuadernos de Filosofía y ensayo, a partir de la página 17 y bajo el título “De como la filosofía echa a perder el pensamiento y el cine lo estimula”, analiza el cine como estímulo al pensamiento.
En dicho texto Feyerabend nos pone de manifiesto que lo mejor de la filosofía no tiene por qué hacerse a través de sesudas elucubraciones eruditas, sino que también se puede hacer buena filosofía a través de la representación, a través del mito, y a través de las obras de cine o teatro. En efecto, el texto se centra en una representación teatral de “La vida de Galileo” de Brecht, de la que destaca Feyerabend que a través de sus escenas podemos comprender perfectamente no sólo las polémicas científicas, sino además contemplar “al hombre”, de suerte que a través de la representación teatral –o cinematográfica- se puede hacer filosofía pudiendo transmitir no sólo conocimientos científicos, sino alcanzar un conocimiento mucho más profundo de la realidad que subyace a los mismos.
En efecto, a través de la representación teatral o cinematográfica el observador puede, por ejemplo, comprender una teoría científica si la misma es expresada de forma correcta, pero también puede alcanzar el acceso a muchos otros aspectos ubicados fuera de la estricta lógica de lo representado, que en la lectura de la mera palabra erudita no se alcanzarían: aspectos personales a los que Feyerabend denomina la “fisonomía de la polémica”; aspectos como la expresión corporal de los actores, la excitación de los sentimientos del observador o la percepción por los sentidos de la obra representada son un plus que excede de la mera teoría filosófica o científica y que enriquecen la comprensión del observador. Es más, en la representación se plasmarán multitud de aspectos no sólo nucleares, sino periféricos, que enriquecerán el conocimiento del espectador.
En la obra de Brecht, por ejemplo, se nos presenta un Galileo rico en matices personales que se escapan, obviamente, de la mera lectura de cualquier teoría formulada por el mismo. Su relación con su discípulo Andrea y las vicisitudes de sus enseñanzas fuera de las aulas de la Universidad nos muestran un pensamiento como parte de la vida cotidiana de la época, un pensamiento no oficialista a diferencia del ortodoxo; nos transmite unas vivencias de la época que presenta un elevado contenido cultural, educativo y pedagógico, llegando a revelar aspectos que se sitúan claramente fuera de lo que son las meras teorías o pensamientos, como el interés por el éxito en los descubrimientos científicos como forma de generar sólidas relaciones, y como medio de atrapar a los discípulos y seguidores.
La representación teatral o cinematográfica permite pues, ir mucho más allá de lo meramente conceptual, pues a través de las mismas, como señala Feyerabend “Se representa más que se analiza”, y ello lejos de ser una desventaja resulta muy positivo pues desbordan los límites de una filosofía excesivamente constreñida a lo puramente conceptual. La representación teatral y cinematográfica permite superar los límites de la abstracción en un contexto en el que los problemas filosóficos pueden ser abordados perfectamente sin encorsetarse en el reducido marco de la palabra erudita, o en un sesudo ensayo.
Pero es que es más, históricamente la filosofía tuvo una época en la que su vinculación a las artes, al diálogo, y a la tradición mitológica han estado unidas a la consideración de que el pensamiento no podía limitarse a lo puramente conceptual. Lamentablemente, esta época dio paso a una filosofía bajo el dominio de la palabra pura, de suerte que, como señala Feyerabend “el ensayo científico sustituyó al diálogo, y el desarrollo de las ideas se convirtió en el único objeto”.
Feyerabend señala, finalmente, que en la actualidad, una filosofía adecuada no puede apartarse de la riqueza y posibilidades de la vida humana, debe volver pues a su expresión no sólo a través de la palabra, debe alejarse de la pura erudición que la ha lastrado durante los últimos dos mil años, y debe volver al mito y a la representación en el quehacer filosófico como procedimiento enriquecedor de la reflexión y de la transmisión y estímulo del pensamiento.
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